Pero es necesario que los padres se esfuercen por conocer el mundo digital y que
valoren la importancia que tiene la educación para que los hijos hagan un uso adecuado de
las TIC.
Debemos ser capaces de concienciar a las nuevas generaciones de la
responsabilidad que implica el uso de estos medios digitales. Los soportes electrónicos son
un buen vehículo formativo si los padres enseñan, educan y acompañan a sus hijos. Este
seguimiento es especialmente importante, ya que un buen rendimiento escolar tiene
relación con la utilización adecuada de tecnologías. En este sentido, la familia tiene un
papel fundamental en la formación para el uso y el consumo de las mismas.
Asimismo, se ha demostrado la importancia de una buena comunicación familiar
que sea positiva y estimulante. Los estilos de crianza negligentes, las críticas excesivas y
las continuas quejas hacia la conducta de los hijos se relacionan con un uso abusivo de
tecnologías.
También sería preciso paliar las diferencias entre unos adolescentes y otros en la
capacidad para poder adquirir tecnología y en la formación para su uso, si aceptamos que
los que queden alejados de ellas podrían tener dificultades en un futuro.
Llevamos el tiempo suficiente utilizando las nuevas tecnologías para saber que
tienen un potencial educativo impresionante y que nos han facilitado la vida en muchos
aspectos, pero también sabemos que no están exentas de riesgos. En este punto, tenemos
que ser rigurosos, pero sin que ello suponga utilizar tonos alarmistas. De hecho, los
adolescentes que tienen un comportamiento adecuado en el mundo real lo tendrán en el
mundo virtual, y al contrario.
Los agentes de socialización, del mismo modo, han que esforzarse por educar y
ofrecer posibilidades para que los adolescentes tengan un ocio más rico y diverso. Es
indispensable enseñarlos a gestionar adecuadamente su tiempo libre. En numerosas
ocasiones, las horas que pasan ante las pantallas anulan otras actividades que pueden
resultar muy enriquecedoras.
Hay que tener en cuenta, de cara a la prevención, que las formas de vida sanas,
típicas de la mayoría de los adolescentes de 13 años, empeoran hacia los 15 y 16 años,
edades en las que se consumen más tóxicos (fundamentalmente, alcohol).
En nuestro estudio, hemos encontrado que aquellos que abusan más de los soportes
electrónicos también consumen alcohol de forma excesiva.
Finalmente, queremos resaltar la importancia que ejercen algunas variables de
personalidad en la conducta de abuso. Identificarlas precozmente y modelarlas para evitar
que sean perjudiciales en un futuro es un reto educativo tanto para padres como para
profesores.
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