Ante la avalancha de información que los adolescentes pueden encontrar “a un
clic” de distancia, es indispensable enseñarles a hacer una gestión adecuada de la misma y
ayudarles a desarrollar un pensamiento crítico.
Además, nos encontramos con una sociedad en permanente cambio que demanda
personas flexibles, creativas y adaptables y, para ello, es necesario educar a las nuevas
generaciones en la cultura digital y ayudarles a adquirir las competencias necesarias para
poder integrarse con éxito en un entorno que demanda este conocimiento.
Por esto, la escuela debe promover el uso responsable y, a la vez, transmitirles las
indudables ventajas que potencialmente ofrecen las TIC y esto es todo un reto educativo.
Para Sádaba (2012) es necesaria una visión de conjunto, a medio y largo plazo, de la que
los menores carecen por edad, para entender el verdadero potencial de la tecnología. En
este proceso, el papel mediador del educador es imprescindible.
Como sabemos, la labor docente está condicionada muchas veces por la situación
económica y política. Así, en los últimos años, se han puesto en marcha diferentes
proyectos para dotar a las escuelas de equipos informáticos y conexiones a internet que
permitan incorporar estas herramientas a la tarea educativa con la idea subyacente de que,
al igual que sucede con la inmersión lingüística, la única manera de aprovechar todo el
potencial que las TIC nos pueden ofrecer es utilizándolas cotidianamente.
Pero que exista un fácil acceso es condición necesaria, aunque no suficiente, para
que la tecnología en la escuela responda a las expectativas existentes. No nos podemos
quedar en la simple virtualización de lo presencial. Además de saber manejar el ordenador
es necesario analizar para qué utilizarlo. El proceso de integrar las tecnologías a la cultura
escolar es muy complejo.
Los adolescentes están acostumbrados a usar las TIC de una manera dirigida
completamente por ellos, explorando y muy encaminada a identificar el ordenador con el
tiempo de ocio. En cambio, la enseñanza en el aula está orientada a conseguir unos
objetivos previamente definidos.
Desde un punto de vista pedagógico, la tecnología puede contribuir a transformar
los sistemas escolares en un mecanismo mucho más flexible y eficaz, pero es muy
complicado integrarla de forma compatible y consistente con los actuales modelos y
métodos de enseñanza (Pedró, 2011).
La escuela, hoy por hoy, es una institución demasiado rígida y esto no favorece la
integración creativa de las tecnologías, aunque debe reconocerse que es complicado
reestructurar el sistema para adaptarse a esta nueva cultura.
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